'Soy

martes, 19 de enero de 2010

Honores y doctores

La actualidad universitaria, especialmente en las universidades que fueron 'mías' -Complutense y Malacitana- sigue agitando mis sentimientos. El Claustro universitario malagueño, con un porcentaje de votos muy mejorable -si recuerdo bien consta de 300 miembros, y los votos a favor han sido 71- ha concedido el doctorado honorífico al actor malagueño Antonio Banderas.

Las universidades deberían tener galardones sociales 'normales': medallas, placas, cruces, etc. Porque usar el más alto grado académico para premiar un mérito social, puede ser un desatino. Es como si la Academia de Cine concediera a la Rectora el 'Goya' a la mejor actriz. Alguna vez lo comparé a que la Iglesia católica otorgara un premio consistente en la ordenación sacerdotal. (Por cierto, ese dislate casi ocurre en 1957, cuando varios 'intelectuales políticos' -Calvo Serer, Fernández-Cuesta, Castiella, etc.- solicitaron el capelo cardenalicio para Francisco Franco con objeto de que fuese 'Príncipe de la Iglesia'; por fortuna, el Vaticano ni contestó).

Richard Feynman, Premio Nobel de Física (1965) y profesor del 'California Institute of Technology' rechazó, una y otra vez, los títulos de 'doctor honoris causa' que le propusieron un centenar de universidades de todo el mundo. Cito su excusa habitual, tomada de su respuesta a la Universidad de Chicago: «Recuerdo el trabajo que me costó obtener mi doctorado real en Princeton. Pensé entonces que recibirlo a título honorario -sin trabajar para ello- era una degradación de la idea y juré que, si algún día me ofrecían alguno, lo rechazaría. Le agradezco, querido Rector, la oportunidad de cumplir mi juramento». En España, Unamuno tuvo el exclusivo y gran honor de ser desposeído de sus títulos universitarios honoríficos por los dos gobiernos en guerra civil. Primero lo fue por la República (22-VIII-1936), y más tarde por Franco (22-X-1936). ¡Unamuno y Feynman son mis doctores-héroes!

Viven en Málaga científicos, escritores, artistas o maestros de la comunicación -Facultad esta última que pidió el doctorado para Banderas-, que podrían ser nombrados 'doctores' sin tanta mengua del sentido común y del académico. No tengo en poca cosa el oficio de actor, pero en tal caso -aún más que en cualquier otro- la investidura honorífica debiera reservarse para actores 'senior', con una vida dedicada a la vertiente cultural de su profesión (tipo Nuria Espert o Fernán Gómez). El nombre de Antonio Banderas -un buen actor, cortés, laborioso e inocente en esta historia- es más popular que el de cualquier otro candidato. Pero si es popularidad lo que ha buscado la UMA, apaga y vámonos. Un viaje de la excelencia al populismo.

¿Se trata de la patológica 'necesidad de ser visto' desde fuera, tan característica de instituciones, ciudades o personas que dudan de sí mismas? ¿Querrán montar un stand en Fitur? Algo así me temo, tras leer en los periódicos la justificación que hace el ponente oficial del doctoramiento: «Queremos que. (Banderas) ponga a la institución en el mismo lugar que suele poner a su Málaga». ¡Ay madre!, un doctor 'por Málaga y para Málaga'. Gaudeamus igitur y olé.

Pedro Aparicio en el Diario SUR

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