La lista de Schindler es probablemente la mejor película sobre el Holocausto jamás filmada y también la más triste. Cuando se estrenó en 1993 muchos pensaron que a partir de ese momento ya no habría más películas sobre el mismo tema. Con La lista de Schindler ya todo estaba contado. Y, pese a que nos equivocamos, ninguna hasta el momento ha podido superar la entidad dramática y cinematográfica de la obra maestra de Spielberg.
El director recibió por la película una recompensa largamente acariciada. La Academia se volcó con ella, otorgándole siete Oscar, entre ellos los correspondientes a la mejor película, mejor guión y mejor dirección. Antes Spielberg había fracasado -en cuanto a premios se refiere- con El color púrpura (11 nominaciones y ningún premio), E.T., el extraterrestre, En busca del arca perdida y Encuentros en la tercera fase. Ahora se consagraba definitivamente para un sector de la crítica, que siempre le había considerado el niño mimado por el público, un experto en hacer dinero con historias infantiles que ensalzaban los sueños y las aventuras por encima de las historias reales y los conflictos dramáticos. El director de Cincinnati necesitaba una película grande, monumental, un proyecto definitivo para demostrar su impresionante talento. Y lo encontró gracias a un libro del australiano Thomas Keneally donde se narraba la historia de Oskar Schindler, el empresario alemán que salvó a cientos de judíos de una muerte segura durante la II Guerra Mundial.
El final de la película es un reconocimiento a Oskar Schindler, por cuya tumba de Jerusalén van pasando los supervivientes de la lista junto con los actores de la película, mientras depositan en ella un ramo de flores. Spielberg renunció a su salario, al considerar que sería recibir "dinero de sangre". Con los derechos creó la Shoah Foundation, encargada de preservar la memoria de los supervivientes del Holocausto. Por su tratamiento de la historia alemana, Spielberg recibió la Cruz del Mérito Federal con Estrella, la más alta distinción civil de Alemania.
La lista con 801 nombres de judíos salvados por el industrial alemán Oskar Schindler durante la II Guerra Mundial fue encontrada en la Biblioteca del Estado de Nueva Gales del Sur. Los empleados de la institución hallaron el documento al ordenar las cajas que contenían el material manuscrito del escritor australiano Thomas Keneally, autor de El arca de Schindler, obra en la que se basó la película de Steven Spielberg. La lista, una amarillenta copia en carbón -el original debía ser entregado a la burocracia nazi- de 13 páginas, es “uno de los documentos más poderosos del siglo XX”, en palabras de Olwen Pryke, responsable de la biblioteca australiana, se mecanografió a toda prisa el 18 de abril de 1945. Schindler salvó a más de un millar de judíos de las cámaras de gas. “Es un fragmento de historia increíblemente conmovedora”, dijo Pryke, quien aseguró que se desconocía la presencia de la lista entre las seis cajas de material de Keneally adquiridas en 1996. El autor de la novela obtuvo la lista en 1980 en Los Ángeles de manos de Leopold Pfefferberg, que figura en la lista como el trabajador número 173.
Más que como acompañamiento a las imágenes, la música de John Williams es un sentido y emotivo tributo del compositor por las víctimas del horror nazi y su aplicación en la película contribuye a transmitir a los espectadores un sentimiento de desolación y de contenida indignación. No hay identificación con algún personaje en concreto, sino que la partitura tiene una pretensión más global, como descripción del sufrimiento pero también de la dignidad del pueblo judío, a lo que contribuye la influencia hebrea de la música. Por tanto, el compositor no subraya los elementos más tétricos y repulsivos de las actuaciones de los nazis, sino que se alinea con las víctimas para dejar constancia de su dolor. El compositor consigue una de sus bandas sonoras más emotivas y dramáticas. Williams pone un desgarrador violín en las manos de Perlman para describir a la perfección el horror y el sufrimiento.
“Quien salva una vida, salva al mundo entero”
(Kol hamekayem nefesh ahat, keilu mekayem Olam male)
Talmud Yerushalmi, Mishnah, sección (Halakhot) 12
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