Desde el inicio de la crisis, allá por el verano de 2007, y más crudamente a principios de 2008, la gran preocupación de economistas y expertos era la situación del sistema financiero español. El Gobierno y el silencio cómplice de bancos y cajas hicieron creer a los ciudadanos que no pasaba nada; que la solvencia era máxima y que aquí no había subprime. Muchos alertaron que los problemas de España serían de liquidez y de créditos impagados tanto por inmobiliarias como por familias. Ha pasado el tiempo y las cosas están ocurriendo como se predijeron por los entonces antipatriotas. El paro no baja del 20% y parece que va a seguir así hasta 2012; no hay dinero en el sistema y los pisos, las promociones y el suelo sin pagar se amontona en los balances.
Estos días las agencias de calificación mantienen el negativo para la banca española y en la Bolsa se nota la falta de transparencia del sistema español, sobre todo en las cajas. Necesitan unos 17.000 millones para ir tirando y la Unión Europea no acaba de ponerse de acuerdo sobre cómo financiar todas esas necesidades. Más vale que poco a poco, pero completamente, el sistema financiero español ponga en orden sus cuentas, diga lo que pasa y cuantifique las necesidades reales que tiene. Si tenemos un Gobierno en el que cada vez confía menos gente y un sistema financiero que no genera tranquilidad sino que cada día que pasa acumula más, la economía española no va a salir del pozo en que estamos y miles de pequeñas y medianas empresas se quedarán en el camino con los puestos de trabajo que ello conlleva y el gasto que generará para las arcas públicas en un círculo vicioso del que no habrá forma de salir en años.
El Gobierno no hace los deberes, pero el sistema financiero tampoco. Aquí sólo las pymes y las familias saben realmente que es esto de la crisis y cómo inventar cada día sobrevivir a ella. Paro, menos poder adquisitivo, más impuestos y subidas de los precios de gasolina y luz. Éste es el duro panorama para el nuevo año.
Carmen Tomás en La Gaceta
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