Excelente homenaje al mejor cine negro, que con el tiempo se ha convertido en un clásico del género, y en una referencia obligada para cualquier amante del cine. Se basa en un magnífico guión de Robert Towne, que ganó el Oscar. Se nota el toque personal del inquietante Roman Polanski, realizador entre otras de El baile de los vampiros (1967), La semilla del diablo (1968) o La muerte y la doncella (1994). Nicholson y Dunaway mantienen un atractivo duelo interpretativo que absorbe al espectador desde el principio.
La acción se sitúa a mediados de los años 30 en Los Angeles. Una mujer encarga al detective J.J. Gittes (Jack Nicholson) que investigue la vida sentimental de su marido, Hollis Mulwray (Darrell Zwerling), el ingeniero jefe del servicio de agua y electricidad de la ciudad. Mulwray se opone a la construcción de la presa del Alto Vallejo, por sus escasas ventajas y por los desastres que puede ocasionar. Gittes no tarda en descubrir que la mujer no es su esposa Evelyn Mulwray (Faye Dunaway), sino Ida Sessions (Diane Ladd), que ha sido contratada a su vez por el ingeniero Yelburton (John Hillerman) para echar a Mulwray de su puesto y poder así construir la presa. Todo se complica cuando Gittes descubre que, en plena sequía, alguien abre los aliviaderos y deja que se pierdan grandes cantidades de agua. A pesar de las presiones a las que se ve sometido, Gittes decide continuar con su investigación, a la vez que entabla una pasional relación con Evelyn.
Breve pero impresionante partitura, quintaesencia de la música para el género, en la que el compositor escribió una cálida música de influencia jazzística con la que ambientaba no sólo el lugar y la época del filme, sino que también ayudaba a dar un tono cercano a lo lascivo y lo enigmático. Goldsmith, por haber sido llamado en el último momento, la compuso en 10 días.
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