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martes, 7 de septiembre de 2010

Caníbales habituales

<hembra de Homoantecessor.canibalismoDespojos humanos variados, tanto carne como tuétano, normalmente procedentes de niños o jóvenes, formaban parte de la dieta habitual de los Homo antecessor que poblaron la sierra de Atapuerca hace unos 900.000 años. No era un canibalismo esporádico, restringido a las peores épocas de escasez o a algún ritual, sino una práctica tan habitual que los paleontólogos que trabajan en el yacimiento burgalés la califican de «cultural» y «nutricional»

Los investigadores, que han publicado sus conclusiones en la revista Current Anthropology, creen que no hay lugar para las dudas. «Cazaban humanos como podían cazar ciervos, caballos, rinocerontes e incluso osos», resume una de las autoras del trabajo, Isabel Cáceres, investigadora del IPHES (Instituto de Paleoecología Humana y Evolución Social de Tarragona).

Los primeros huesos con indicios de antropofagia fueron detectados en Atapuerca en 1994 y 1996 en el nivel TD6 de la Gran Dolina, pero luego se han repetido con tanta asiduidad y en diferentes estratos que difícilmente puede atribuirse la práctica a la casualidad, prosigue Cáceres: «Desde entonces hemos aumentado la colección en distintos subniveles». Los huesos han sido atribuidos a 11 individuos de Homo antecessor con edades comprendidas entre 3 y 15 años.

Las excavaciones han detectado dos indicios fundamentales, insiste la investigadora del IPHES. Por una parte, unos huesos muestran evidencias de haber sido raspados con piedras, posiblemente para separar la carne, y también restos de dentelladas humanas, «que no se pueden atribuir a otros depredadores». Por otra, también hay huesos que fueron rotos con el propósito de acceder a la médula. «Tenían que comérsela de inmediato porque es una parte que se deteriora enseguida». En cualquier caso, la dieta no era exclusivamente carnívora, sino que estaba acompañada de frutos y tubérculos.

Los investigadores consideran que los caníbales no eran miembros de la comunidad, del clan familiar, sino otros humanos que también deambulaban por la zona. «No creemos que pudieran comerse a los niños de su mismo grupo -dice Cáceres-. Creo que más bien se trata de una forma de marcar territorio». Es sencillo: evitando la competencia, tenían más probabilidades de hacerse con los recursos disponibles y sobrevivir.

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