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domingo, 20 de enero de 2013

Y luego quieren que se les vote

“Y luego quieren que se les vote”. Por Juande Mellado

“Ahora ya está más claro. Lo que urge a este país no es decidir entre políticas de austeridad o de estímulo, entre recortes o inversiones, que también. Lo que los ciudadanos demandan con celeridad, además de empleo, es que se inicie una profunda regeneración ética y del sistema político en el que ya pocos confían, por desgracia. Hace una semana, El País abría a cinco columnas con un titular poco reconfortante, de los que no gusta leer: «El 95% de los ciudadanos asegura que los partidos protegen y amparan a los acusados de corrupción». Un dato alarmante pese a que en todos los indicadores internacionales España figura con un nivel bajo de corrupción. Pero eso no es lo que piensa la ciudadanía, escandalizada con el carrusel de titulares que publicamos y denunciamos los medios de comunicación y que afecta a casi todos los partidos por igual.

Los ciudadanos, cansados de tantos recortes, de penurias, de hachazos y de que se les meta una y otra vez la mano el bolsillo para arreglar las maltrechas cuentas de un país en ruina, han levantado, por fin, la voz para exigir una regeneración en profundidad del sistema político. Han despertado del letargo a causa de la acumulación de escándalos y hartos de soportar sobre sus hombros los errores de los que nos gobiernan. No confían en la actual clase política e incluso la ven como un problema antes que una solución, lo que no deja de ser muy grave para un sistema democrático que pivota, precisamente, en un sistema de partidos que gobiernan en función de los votos de sus ciudadanos.

Durante años, la sociedad ha sido incluso permisiva con la corrupción. Sí, muy comprensiva y tolerante. Hay cientos de ejemplos de alcaldes procesados o presidentes de comunidades imputados que incluso revalidaron sus cargos con más apoyo en las urnas pese a la ciénaga corrupta por la que deambulaban ellos o alguno con los que compartían lista. Ya se sabe que la corrupción, el cohecho y los sobornos hacen amigos. La premisa de los ciudadanos es que como todos son igual y éste al menos me arregla la calle y me da trabajo, daba igual si estaba procesado, imputado..., o tenía una cuenta en Suiza. ¿Y quién no la tiene?, pensaban. Fue Jesús Gil el exponente máximo del expolio del dinero público y rápidamente prendió la mecha por media España sin que los partidos actuaran para expulsar de sus filas y responder con contundencia y transparencia a las continuas denuncias y casos de corrupción. Era mejor ocultarlo o salir con el mensaje de que «yo no sabía nada». De ahí que el 95% de los ciudadanos crea que los partidos tapan a los acusados de corrupción. Los partidos los arropan por la noche no vayan a ser que tiren de la manta o disparen por elevación.

Los ERE de Andalucía; las millonadas de la familia Pujol en mochilas camino de Suiza; la financiación irregular que persigue a Duran i Lleida; Camps y sus trajes italianos; Gürtel y los sobornos; Fabra y sus aeropuertos; la posible prevaricación del presidente de la Diputación de Ourense y presidente de honor del PP, José Luis Baltar; el caso Campeón que ocurrió en Galicia y que su principal implicado es el exministro socialista José Blanco; el caso Nóos, probablemente el más mediático de todos ya que ha salpicado al duque de Palma, Iñaki Urdangarin; el caso Palau; el caso Palma Arena; Malaya y el ladrillo de la Costa del Sol; el caso Eivissa; el caso Mercasevilla; el caso Brugal..., y cientos y ciento de casos que se multiplican con otros cientos y cientos de políticos imputados por corrupción en España.

Pero Bárcenas se ha superado. El extesorero del PP ocultaba 22 millones de euros en Suiza y, según denunció El Mundo, pagó sobresueldos en negro durante años a cargos del PP. Luego está todo el rollo de la amnistía fiscal del locuaz Montoro y los diez millones de euros; lo feo que queda que este tipo con traje ya casi a rayas tuviera aún coche oficial, despacho, teléfono y secretaria en la sede del PP... Chusco, muy chusco el asunto que reabre con crudeza el debate sobre la poca transparencia de los partidos políticos, sobre sus fórmulas para financiarse y todo ese mundo de sobres, comisiones, prebendas, regalitos, viajes, palmaditas en la espalda y demás memeces.

A fuerza de tolerar comportamientos dudosos o delictivos, de no hacer nada para ser transparentes en las contrataciones, en las recalificaciones de terrenos, en la financiación de los partidos, en definitiva, en acabar con la opacidad que rodea a los partidos y a las instituciones, la clase política se ha situado ella sola en el ojo del huracán provocado por la indignación social. Y esta factura puede ser muy grave y daña, además, a esos cientos de miles de políticos que cada día se levantan convencidos de que su trabajo es un servicio público y no una forma de servirse del dinero público. Hay miles de políticos honestos, trabajadores, mal pagados, pero a las direcciones de los partidos les preocupa más cómo tapar y ocultar a los suyos para evitar un desgaste electoral.

Si España estaba ya bajo sospecha internacional por la fiesta del despilfarro de los últimos años, los últimos casos de corrupción vendrán a reforzar la «marca España». El periódico The New York Times publicará en breve un reportaje sobre la corrupción en España. Fumando espero. Y luego quieren que se les vote.”

Juande Mellado es director de La Opinión de Málaga

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