Con esfuerzo, con mucho esfuerzo, se ha ido creando cofradía, con amor, con mucho amor. El Cristo de la Crucifixión desciende en sentido literal desde lo más alto y recuerdo la primera salida de la Virgen del Mayor Dolor en Su Soledad y una corona de espinas que iba delicadamente depositada, dormida, sobre un cojín.
Cristo de los Gitanos y Virgen de la O en su traslado
Los Gitanos cantan y bailan a su Señor atado a la columna, durante siglos lo han venido haciendo con una fe tan particular, tan suya, tan emocionante que merece, como en el poema, «un respeto imponente». La Virgen de la O es una belleza que arrolla, que te prende, que no te suelta. Hay que irse a la Plaza de la Merced para ver el regreso, justo donde estuvo su iglesia. Se trata de una estampa única, de un sabor muy especial.
Virgen de los Dolores del Puente y Cristo del Perdón
No existe otro trono igual al de la Virgen de los Dolores del Puente. No existe una impresión que se le pueda comparar. Hay que ve a la cofradía a su regreso al barrio que Alfonso Canales recreara en un poema excepcional, el Perchel. Mientras Cristo del Perdón, entre los dos ladrones, en el símbolo infamante que después será árbol de salvación.
Cristo de la Pasión
Virgen del Amor Doloroso
Pasión no sufre dudas, su zancada es la más poderosa, su cruz es el castigo que, en algo, el de Cirene dulcifica, cualquiera de nosotros. Hay que verlo entrar en su casa, en la catedral. Pocos tronos de Virgen, pocos conjuntos como el de la Virgen del Amor Doloroso, el manto es el orden exacto de la armonía y las manos unidas el único movimiento que expresa la herida de la que fluye el perdón.
Cristo de los Estudiantes
Virgen de Gracia y Esperanza
Hay que ponerse justo al lado de un naranjo de la plaza del Obispo, preparados para tomar apuntes de amor y para comprobar que las leyes de la física no se cumplen, siempre cabe uno más. El Maestro entra solemne y la Virgen de Gracia y Esperanza le sigue. El Gaudeamus nos lleva a siglos pasados y, curiosamente la letra es muy alegre y canta la juventud.
Jesús Cautivo
Es el alba y el milagro. Desde todos los puntos de la ciudad miles de personas se dirigen a la Trinidad para estar con el Cautivo. Miles de claveles cubren desde mañana el alma de las imágenes del Señor de Málaga y de la Virgen de la Trinidad. En el hospital los enfermos sueñan con la curación y esperan la visita de Jesús Cautivo y de su madre, que fue el sábado, pero que es todos los días en la ilusión de una recuperación y en la fe de una esperanza. Es muy difícil explicar esta realidad, las promesas llenarán el recorrido, cada uno en su manda y todos en lo mismo. Málaga lo lleva en el corazón, miren los salpicaderos de los taxistas. Cautivo cruzando el Puente de la Aurora, Dios en la ciudad, la túnica de piel de ángel es más leve que la brisa que la mueve, un suspiro, como una nota de aria barroca, como si Cecilia Bartoli te cantara el ‘Qui sedes’ de Bach.
Del artículo “La Semana Santa de Málaga, pinceladas en un óleo de inmensa belleza” del profesor de la Universidad de Málaga Antonio Garrido Moraga, publicado en el diario SUR de Málaga, 15.04.11.
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