Este Mundial de fútbol ha servido para que, siquiera por unos días, los españoles dejáramos de ponernos obstáculos y entorpecimientos; y, a rebufo de las victorias futboleras, hemos llegado a creer que meter goles en la vida puede ser mucho más sencillo de lo que con frecuencia parece. Pero bastará que pasen unos días para que el espejismo de la euforia se disipe y volvamos a ser los de siempre: las politiquerías volverán a envenenar el aire que respiramos; enarbolar con orgullo una bandera rojigualda volverá a ser signo distintivo de «facherío»; y el calor de los abrazos, que durante unos días nos hizo sentirnos españoles de entraña y de certeza, se esfumará de este «trozo de planeta / donde cruza errante la sombra de Caín».
Afición al fútbol seguiremos teniendo; pero será la afición lastimada y corajuda de quienes, no pudiendo hacer un gol en la vida, se consuelan evitando que el prójimo lo haga.
Del artículo de Juan Manuel de Prada, publicado en ABC (12/07/2010)
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