La luz en el Carmen Thyseen, artículo de José Morales en YMálaga.com
"Y dijo Dios, hágase la luz, y la luz se hizo. Y vio, Dios, que la luz era buena..." Así, casi al comienzo, y desde entonces, la luz decidió que se venía, sin fecha ni día -de por siempre- a vivir a Málaga. Al igual, exactamente, no fue como lo cuento, pero pudo serlo. Y ahora se ha tomado aposento -la luz- en calle Compañía, entre el Santo Cristo y la Plaza de San Ignacio, en el Carmen Thyssen. Se cuela por las ventanas, ilumina lienzos y tablas y se regala en paisajes, ríos y costumbres, flores y patios, cosas y casas, gente y más gente.
Y es luz que se hace mañanera y se abre al mar, al mar azul y amplio. La trae, de la mano, Verdugo Landi con La llegada de los barcos -jábegas en este caso, que rememoran pasado de fenicios-; o se la lleva para ir Buscando conchas en playas de algas y mujeres de blanco. Luz desbordada en Sorolla o tamizada de Zuloaga y Solana. Luz que se agarra a Gibralfaro (Barrón) al caer la tarde.
Luz de Venecia, en ocaso y mediodía; luz de Paisaje Costero o Atardecer sobre la costa de Málaga o Claro de luna (Gómez Gil) de ensueño y encanto escondido, reflejo que se viene hasta la playa y, mientras, el faro en un horizonte de deseo, envía destellos -¡cómo no! de luz- en la noche que llega. Es luz de mares apacibles: Marina 1884 (Ocón y Rivas).
Es luz de campo Invierno en Andalucía (bosque de álamos con rebaño en Alcalá de Guadaira -¿te acuerdas Esther?- y río Orilla del Guadalquivir con barca o Un paseo por el río (Sánchez Perrier). Escenas, ahora, a la luz del mediodía. Ribetean las orillas sauces y chopos con hojas nuevas y, a lo lejos, los campos verdes de la campiña en primavera; aguas mansas, barcas de remos varadas entre la vegetación exuberante y plena.
Se asoma en el crepúsculo tras la cofradía que viene por la calle (Alfred Dehodencq), se va de feria, a los toros, a los muros del convento, a la reja de moza trigueña y de cara redonda; es luz de mercadillo en la plaza, de paseo vespertino, o de la Fuente de Reding por donde la gente, por el camino de Vélez, se iba o venía a Málaga.
No es museo para echar el rato. No. Es para más. Mucho más. Por cierto, y a quien corresponda -si le llega-, dos sugerencias: no hagan caso de la envidia -anda algo suelta estos días-. No entra. Se queda en la puerta (esto puede ser demasiado), y otra, el mejor seguidor de la Escuela Pictórica del XIX se llama Leonardo Fernández. Es de Málaga y vive en Málaga.
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