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lunes, 25 de febrero de 2013

Bandas de delincuentes

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Tanto el Partido Popular como el PSOE y resto de partidos corruptos deberían haber sido ilegalizados ya. Nuestro ordenamiento jurídico permite a los partidos la libertad de ideas, incluso que lleven en sus programas la secesión de parte del territorio nacional, lo que no permite la ley es que entre sus actividades haya lugar para la delincuencia, el terrorismo y la apología de ambas.

Así como se pide la ilegalización de algún partido abertzale por sus contactos y apología del terrorismo, lo cual me parece muy bien, también se debe pedir la ilegalización de aquellos partidos que entre sus cúpulas dirigentes tienen a toda una banda de delincuentes, desde el tesorero que cobra la mordida a las empresas a cambio de grandes contratos hasta los que reciben los sobres de esa mordida. El PSOE ya recibió una sentencia por financiación ilegal, eufemismo utilizado para evitar decir enriquecimiento personal de sus miembros, pero no fue ilegalizado. Cualquier organización que roba, estafa o simplemente delinque es automáticamente clausurada por la justicia, vean los casos de Afinsa y Forum Filatélico pero esto no ocurre con los partidos, al parecer inmunes ante la ley al igual que sus cúpulas.

La corrupción, como hemos comentado tantas veces, se produce por una llegada masiva de delincuentes a las instituciones con el objetivo de enriquecerse a costa del erario público, esto se torna más trágico y vomitivo cuando en una época de crisis durísima a los ciudadanos se nos están imponiendo todo tipo de sacrificios para que el país pueda salir adelante, incluso salvando al vergonzante sistema financiero de las Cajas de Ahorro, saqueado por completo por los consejeros políticos y sindicalistas, cuando además de salvar a ese sistema podrido y saqueado por estos delincuentes se nos hace pagar con el desahucio nuestra ruina provocada por estos delincuentes y lo que es más triste, se llega al suicidio porque te dejan en la calle sin piedad ni misericordia alguna, niños y ancianos incluidos.

Un régimen así jamás se puede llamar democrático, es una tiranía de las más crueles que haya tenido España, pues su disfraz democrático esconde a una banda organizada de delincuentes que saquean al contribuyente y lo vuelven a condenar por no tener bastante para seguir pagando la gran mordida al Estado corrupto. Es una guerra abierta contra el ciudadano indefenso con un psicópata como Ministro de Hacienda, cuya única obsesión es desplumar a todos los ciudadanos hasta matarlos de hambre.

España no necesita una regeneración, lo que necesita es una ruptura inmediata con éste régimen de corrupción que roba, mata y humilla a sus ciudadanos hasta condenarlos al más puro y absoluto sin sentido produciéndose una inversión moral que lleva a creer a los verdugos que son inocentes y a las victimas creerse culpables.

Comentario de Carlos RH en “Voto en Blanco”

domingo, 24 de febrero de 2013

Pasión Vega–Que desespero

Pasión Vega interpretando "Que desespero" del recordado Carlos Cano. Imágenes de la película "Shall we dance?", interpretada por Jennifer Lopez y Richard Gere.

Ven a mi brazos para abrazarte el alma,
Y reflejar en mis ecos la luz de tus misterios,
Ven a mis heridas que sangran y no se venden.
Vaciando tus ojos de placer loco.
¡Ven, que desespero!

martes, 12 de febrero de 2013

Stewart y Mary J. Blige-"You make me feel brand new”

"You make me feel brand new” es una hermosa canción de amor y agradecimiento de The Stylistics, ahora esta versión, quizás de las mejores, de Rod Stewart y Mary J. Blige. Te quedo por siempre agradecido porque me aceptaste en tu vida.

domingo, 10 de febrero de 2013

Camino al desastre

Un problema real de nuestra economía es nuestra deuda exterior. Esta es muy preocupante, y lo es porque estamos obligados a importar casi todo. Pero, ¿quién tiene la culpa? Pues mira por donde, los mismos que nos exigen hoy sacrificios. Las condiciones que se nos impusieron para nuestra entrada en la Comunidad Europea incluían el desmantelamiento de nuestro sector industrial y de buena parte de nuestra agricultura y ganadería. No podíamos ser competencia de la producción de Alemania y de Francia. Pero al aceptar estas condiciones, nosotros mismos nos pusimos la cuerda al cuello, y nuestra deuda externa solo podía aumentar, aumentar y aumentar.

Solo hay dos posibles salidas ha esta situación: convertirnos en un país con condiciones sociales tercermundistas (los ciudadanos carecerán de recursos para adquirir bienes y por tanto nuestras importaciones bajarán), o romper la actual dinámica y reindustrializar el país, siendo capaces de producir la mayor parte de los productos que necesitemos. Lógicamente, esta última opción solo será viable si salimos de la Unión Europea y le damos la patada al hiperliberalismo económico antisocial. Y no estoy diciendo que esta sea una opción fácil. Lo que digo es que es una opción con futuro, mientras que la sumisión a los actuales planteamientos económicos nos condena, de forma permanente, a la miseria y a la sumisión.

Tal como van las cosas, es previsible que a no mucho tardar empecemos a ver violencia en las calles. Es algo inevitable cuando las desigualdades y las injusticias sociales se generalizan. Cuando ello ocurra, quienes hoy siembran la semilla que la hará fructificar, como hipócritas que son, se rasgarán las vestiduras.

El alzamiento armado es el último recurso a que la minoría sojuzgada recurre para librarse de la opresión de la mayoría. Pero conviene más que la minoría procure, por la vía intelectual, devenir mayoría y entonces efectuar las oportunas reformas. La legislación, además, debe reconocer a todos un cierto ámbito de libertad. No se puede acorralar a quienes piensan distinto que el gobernante, dejándoles sin salida, de suerte que no tengan más alternativa que o servilmente someterse o lanzarse al desmantelamiento del aparato estatal y del Sistema por la violencia.

lunes, 4 de febrero de 2013

¿Hasta cuándo abusarán de nuestra paciencia?

¿Hasta cuándo abusarán de nuestra paciencia? Carta abierta a Mariano Rajoy. Por José Antonio Zarzalejos.

Sr. Presidente:
Los españoles debemos remontarnos al año 63 antes de Cristo para encontrar en Cicerón la frase histórica que mejor expresó en el Senado de Roma el hartazgo y la extrema fatiga ante una clase política conjurada en oprimir al pueblo, dirigida por el sagaz y melifluo Catilina. La recordará usted: Quosque tandem abutere, Catilina, patientia nostra (¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia?) Pues bien, señor Rajoy, ahora son millones los ciudadanos los que se preguntan hasta cuándo podrá soportar nuestro país esta ciénaga de corrupción y mentira que nos está anegando.

En los años noventa, el Estado debió deglutir la llamada guerra sucia contra el terrorismo que llevó a la cárcel a un ministro del Interior (José Barrionuevo) y a un secretario de Estado de Seguridad (Rafael Vera), además de a otros cargos públicos. También quedamos abochornados por la corrupción protagonizada por el que fuera nada menos que gobernador del Banco de España (Mariano Rubio) y por el Director General de la Guardia Civil (Luis Roldán). Tuvimos que encajar el impacto de la financiación ilegal de partidos (caso Filesa y caso Naseiro), descubrimos jueces corruptos (Estevill), pelotazos delictivos (Mario Conde) y hemos asistido ahora al desplome por incompetencia, incuria y rapiña del cincuenta por ciento del sistema financiero español -las Cajas de Ahorro- y, al hilo de este desplome, relatos de despilfarro inmoral e hirientes prácticas de frivolidad en el manejo de los fondos públicos.

Estamos asistiendo perplejos a la instrucción penal de los manejos de Iñaki Urdagarin, yerno del Rey, y su socio a los que el juez imputa seis delitos de naturaleza económica y a los que exige más de ocho millones de euros de fianza. Hechos presuntamente delictivos que no podrían haberse perpetrado sin la colaboración activa de empresarios complacientes y aduladores –a por atún y a ver al Duque- y de presidentes de comunidades autónomas de su partido como Matas en Baleares y Camps y Zaplana en Valencia. En paralelo, señor presidente, existen evidencias de que en el Partido Popular se han producido pagos irregulares que sus compañeros niegan –algunos los admiten pero con protestas de legalidad– pero sobre los que aumentan las evidencias que los acreditan, en tanto los tesoreros del PP se han enriquecido de manera tan sobrevenida como sospechosa. Añadamos a estos casos los otros muchos que menudean en comunidades autónomas como Cataluña, Galicia, Andalucía, sin olvidar la trama Gürtel que impacta también de lleno a su organización en Madrid y Valencia. Todos los corruptos que han sido y son niegan su condición y aseguran su inocencia. Una justicia lenta, premiosa, intolerablemente tardía añade de hecho una larguísima impunidad.

En definitiva, señor Rajoy, España y sus ciudadanos viven en la peor crisis de todas, que no es la política, ni siquiera la económica: viven –vivimos- en una crisis de fiabilidad democrática porque no confiamos en ustedes después de haber intentado hacerlo con tanta reiteración como ingenuidad. Se ha invertido la carga de la prueba: son ustedes, señor presidente, los que deben demostrar que son inocentes porque nadie cree que lo sean después de tanto manosear esa presunción constitucional como cortafuegos a sus responsabilidades. Ignoro, señor presidente, si, como se dice, ‘pasa’ usted o no de los medios de comunicación nacionales y extranjeros, si le importa o no lo que se escribe y se dice en ellos. Pero hoy por hoy abrir un periódico de papel, entrar en uno digital, escuchar la radio, ver la televisión o participar en las redes sociales es exactamente igual a introducirse en una jungla de informaciones todas ellas desalentadoras sobre la falta de probidad de la clase dirigente y la ausencia de solvencia de las instituciones. Provoca náusea.

Muchos pensábamos, señor Rajoy –y algunos seguimos persistiendo en esa creencia-, que una de las virtudes que le adornaban era la honradez. Y que, aunque su palabra está muy devaluada por las traiciones a su programa electoral, nos diría la verdad al menos sobre la certeza de la inmundicia de la corrupción para erradicarla. Estamos al límite, señor Rajoy. No puede seguir callado; no puede remitirse a investigaciones internas que concluirán ad calendas graecas. Tenemos que saber si en el PP se cobraban sobresueldos opacos, quiénes percibían esos pagos, de dónde procedía el dinero y si se cumplían o no las obligaciones con la Hacienda pública. Y necesitamos saber si usted, señor presidente, cobraba o no las cantidades que la presunta pero muy verosímil contabilidad de Luis Bárcenas le atribuye. Y si la amnistía fiscal aprobada por su Gobierno la asume en un acto de humildad y lucidez como un tremendo error de juicio moral.

No puede usted, señor presidente, seguir viviendo en la ficción de que la paciencia de los españoles es inagotable. Que se puede abusar de ella indefinidamente. Que la contención de los ciudadanos es un trasunto de su resignación. Que el orden y el concierto en la calle es una muestra de docilidad gregaria. Que esto es una tormenta en un vaso de agua. Que el tiempo arregla los problemas. No puede, señor Rajoy, usted, un hombre que creemos muchos es íntegro, seguir abusando de la esclavitud intelectual y acaso ética a que nos somete esta crisis económica que sirve para envolver en papel de celofán toda clase de arbitrariedades y amedrentamientos. No se confunda, señor Rajoy. No lo haga, porque habrá, antes o después, un Cicerón colectivo que –desgraciadamente en la calle, porque las instituciones no funcionan- alce la voz y le interpele definitivamente al modo del patricio romano: ¿hasta cuándo abusarán de nuestra paciencia?

Este post le podrá parecer retórico –en el muy improbable caso de que llegue a leerlo- pero, como aconsejaban los profesores jesuitas de Derecho en la Universidad de Deusto, cuando se han agotado los argumentos técnicos, ante la indignidad y el atropello, hay que acudir al discurso calderoniano de Pedro Crespo, el alcalde de Zalamea, que –como un Cicerón patrio- disertó con aquellas palabras inmortales: “Al Rey, la hacienda y la vida se han de dar, pero el honor es patrimonio del alma y el alma solo es de Dios”. Y, señor presidente, los españoles de a pie que pagan sus impuestos, trabajan o son dignísimos desempleados con y sin subsidio, se están quedando sin hacienda y, muchos, están consumiendo su vida en la incertidumbre. Pero no están dispuestos a que se pisotee el honor que comporta como atributo la ciudadanía democrática. Por eso, señor Rajoy, señor presidente del Gobierno, díganos hoy la verdad sin refugiarse en subterfugios ni en solemnes declaraciones. Convénzanos. Y hágalo antes de que sea demasiado tarde.

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sábado, 2 de febrero de 2013

Mercenarios al servicio público

“Mercenarios al servicio público”, por Joaquín Pérez Muñoz

Qué razón tenía Alfonso Guerra en el año 82 cuando vaticinó que a “España no la va a conocer ni la madre que la parió”. Ahora no la conocen ni la madre ni los hijos. Pero en esa pérdida de identidad han surgido los que, lejos de preocuparles su desconocimiento, se han ocupado cual parásitos de vivir de nuestro país, algunos incluso cuestionándolo: la casta política.

Sin duda la mayoría de nuestros políticos son ‘gente’ honrada, algunos incluso formados en algo, pero preparados cada vez son menos. También hay los que desde su ignorancia o sinvergonzonería hipotecan nuestro futuro y expolian nuestras esperanzas.

La dictadura de los partidos se ha convertido en el tribunal de selección de acceso a la política como si de una oposición se tratara, donde se prima la ‘felación política’ sobre el currículum, donde se da por hecho que los buenos palmeros han de ser buenos gestores de lo público. Nuestro futuro queda muchas veces abandonado en manos de recalcitrantes ignorantes.

El peligro es evidente; de ahí a la corrupción hay solo un paso. Quien no viene a aportar, viene a llevarse. Será por eso que algunos antes de marcharse a ninguna parte -sólo unos pocos pueden irse a Bankia y eléctricas; más cabida hay en Telefónica-Movistar- se atrincheren internamente para sustentar a su sustentador, o se procuren de forma ilícita un futuro sin sobresaltos.

Acudir a la corrupción como algo que ya nos suena habitual y con lo que nos hemos familiarizado, no es sino el declive del sistema. Pero esta corrupción no tiene por qué ser económica. La práctica de colocar a familiares, parientes y cónyuges en puestos creados casi para ellos es otra manera de hacer corruptela de la que pocos se libran. Este sistema, tan pernicioso como el anterior, está mucho más generalizado y goza de demasiada tolerancia, quizá porque ya se han encargado de normalizarlo, aunque no por ello sea menos corrupto.

En ningún caso conviene olvidar que ese exuberante porvenir que muchos se garantizan es a costa de la administración pública, a costa del municipio, la región y el país. Son mercenarios al servicio público, que no trabajan para el ciudadano; trabajan para mantenerse en la política.

El tercer problema que preocupa a los españoles no es la política, necesaria para gobernar y dirigir, sino los políticos que han prostituido el noble arte de la política, de la vocación y del servicio a los ciudadanos. Y con esa casta hay que acabar. Urge hacerlo para evitar que dentro de unos años esté aún mas vigente la frase del visionario Guerra.

Somos los ciudadanos, los preocupados por esta lacra, los que tenemos que implicarnos y concienciarnos del problema, cada uno desde su posición y con su aportación. Los partidos políticos no lo van a hacer por nosotros. Los partidos no están dispuestos a perder el poder que su ‘lameculocracia’ interna le otorga a ‘líderes’ del tres al cuarto, cuya única preocupación es rodearse de los más fieles dóciles mediocres sin criterio a los que recompensar con algún cargo. Convierten así al partido en una pueril agencia de colocación. Y lo prefieren antes que rodearse de los ‘peligrosos’ hombres y mujeres formados, con experiencias previas de gestión y que tienen algo que aportar. En definitiva, estos ‘líderes’ huyen de candidatos con un bagaje personal.

Ha llegado la hora que la sociedad civil, sin importar si de izquierdas o derechas, sin perros ni flautas, tome la palabra. Exijamos listas abiertas donde sepamos y conozcamos con anterioridad a quiénes les vamos a otorgar nuestra confianza. Del mismo modo en que reclamamos conocer y escoger en qué profesional confiamos nuestra salud o nuestro patrimonio, hemos de actuar con la política. Del mismo modo, para decidir en qué manos confiamos nuestro futuro y el de nuestros hijos.

De esta manera acabaremos con los ‘ninis’ de la política, con aquellos que piensan que los problemas de los ciudadanos se arreglan con el 2.0. Así dejaremos de contemplar bochornosas manifestaciones más propias de tele basura que del debate político, ya sea local, autonómico o nacional. El ciudadano sabrá elegir a los mejores, conoceremos a qué se han dedicado antes y qué pueden aportar, no corriendo el riesgo de sentar en Consejos de Ministros a palmeros sin profesión y, por supuesto, ahuyentando en mayor medida el fantasma de la corrupción.

El miedo a las reformas que nos lleven a la verdadera democracia asusta a los políticos débiles y mediocres, a los que saben que el traje les viene grande. Aunque algunos se sientan estrellas de Hollywood, nadie mejor que ellos saben de su imposta a los ciudadanos. Pero ese miedo no invade a aquellos políticos (que los hay en todos los partidos) dignos de representar a sus ciudadanos, honrados y merecedores de la confianza de pueblo, y a los que sin duda votaríamos en unas listas abiertas.

Hay que huir de los conformismos y de la aceptación generalizada de que “esto no hay quien lo cambie”. Es necesario engrandecer la política, pero para ello antes hay que soltar mucho lastre.

Joaquín Pérez Muñoz es abogado, Presidente de CSI-F Málaga, funcionario de la Abogacía del Estado y miembro del Consejo Social de la Universidad de Málaga.